20 de junio de 1991: por un estrechísimo margen, el Bundestag alemán decide trasladar el Parlamento y el Gobierno a Berlín, la antigua y nueva capital de Alemania. Un día negro para la ciudad del Rin: pérdida de muchos puestos de trabajo, disminución de los ingresos fiscales, caída en la insignificancia, ánimo catastrofista.
Hoy, tres décadas después, sabemos que nada de esto ha sucedido. Al contrario, la ciudad ha crecido, ofrece más puestos de trabajo que nunca, la tasa de desocupación de oficinas es mínima, los mercados de la construcción y el alquiler están en auge, y, y, y, y....
La razón es lo que podríamos llamar "los pequeños milagros de Bonn". Empezando por el hecho de que todo el mundo -incluidos los seguidores de Berlín- estaba de acuerdo en que Bonn no se quedaría sola en esta difícil situación. Estaba claro que esta ciudad, con su importante papel en la historia de la joven democracia alemana, merecía una ayuda enérgica para empezar de nuevo y salvaguardar su futuro.
El primer paso en esta dirección fue la aprobación de la Ley Berlín-Bonn el 26 de abril de 1994, en la que se enumeraban las prioridades para el futuro desarrollo de Bonn, incluido el objetivo de convertir la ciudad del Rin en sede de organizaciones internacionales.
¿Una premisa ingenua? A la vista de los esfuerzos realizados en todo el mundo para ubicar organizaciones internacionales, ¿por qué iban a venir esas organizaciones, especialmente las Naciones Unidas, a Bonn, una pequeña ciudad a la que se había privado de su función de capital? Sí, vinieron. En primer lugar, el Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas y, poco después, la Secretaría de las Naciones Unidas para el Clima, frente a la fuerte competencia de Ginebra, la abrumadora ciudad de las Naciones Unidas.
Impulsado por el rápido e inesperado crecimiento, el Gobierno alemán cedió Haus Carstanjen a las Naciones Unidas como edificio de oficinas el 20 de junio de 1996, un día que hoy se celebra como el nacimiento de Bonn como ciudad de la ONU. Los historiadores pueden señalar que ya existían pequeñas oficinas de campo de la ONU en Bonn desde el año 1951 y, como entidad para la protección de los animales salvajes, el PNUMA/CMS desde 1984. Sin embargo, este hermoso día de verano de 1996 tiene un significado especial debido a la solemne ceremonia en presencia de tres ministros federales y, especialmente, del Secretario General de la ONU, Boutros Ghali. Desde entonces, Bonn es considerada -y apreciada- en todo el mundo como una auténtica ciudad de la ONU.
La evolución de Bonn hasta convertirse en una importante sede de la ONU es, sin duda, una impresionante historia de éxito. De unas pocas docenas de empleados se ha pasado a casi 1.000 en veinticinco secretarías diferentes. Como resultado de este rápido desarrollo, ahora hay un impresionante Campus de la ONU junto a Haus Carstanjen con los antiguos edificios de oficinas del Bundestag alemán.
Las organizaciones de la ONU en Bonn han creado un claro sello distintivo para sí mismas: Desarrollo Sostenible. En el contexto general de la ONU, Bonn representa claramente este tema, ilustrado también por la sede de la Campaña de Acción de las Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Centro de Conocimiento para el Desarrollo Sostenible de la Escuela Superior del Personal del Sistema de las Naciones Unidas.
La labor de las Naciones Unidas en Bonn está acompañada y apoyada en gran medida por un entorno que también está comprometido con la centenaria tarea de la sostenibilidad: numerosas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales internacionales y nacionales, una serie de importantes instituciones científicas y, no menos importante, la propia ciudad de Bonn y los distritos circundantes, todos los cuales se esfuerzan por operar de una manera respetuosa con el medio ambiente y sostenible: un "grupo de excelencia", como ha dicho recientemente un alto funcionario de las Naciones Unidas, que no existe en esta forma en ningún otro lugar.
Al fin y al cabo, los casi 50 años de experiencia como capital desempeñan aquí un papel importante, sobre todo en una ciudad de dimensiones manejables. En la tradición renana, la gente es hospitalaria y cosmopolita. Saben tratar con otras culturas y estilos de vida. Por eso los empleados internacionales se sienten cómodos y en buenas manos.
Todo esto se suma a un desarrollo que, allá por 1990 y los años siguientes, no cabía esperar en absoluto de esta manera. Estos son los pequeños milagros de Bonn.